El simpático matrimonio no sólo me salvó la vida recomendándome una preciosa tienda de juguetes. La agradable charla terminó con mi agenda llena de direcciones y referencias que ellos usaban para comprar todo tipo de complementos para el hogar, incluso para sus hijos. Ya se sabe, comentaron socarrones, salir de compras por Copenhaguen no es lo mismo que hacerlo en Barcelona. Por la noche, Mathilda me comentó que también era cliente de alguna de las referencias anotadas y, a juzgar por lo que vi en su casa, la calidad de los productos era innegable.
Quedé fascinada por la originalidad y por la variedad de colores dulces y suaves estampados, capaces de convertir tu hogar en un espacio personal, cargado de calidez. Estaba convencida de que a mis familiares y amigos también les encantarían. Entonces me dije, ¿por qué no intentar comercializarlos en casa? Así nació Blaubloom.